Los mexicas o aztecas constituyeron un pueblo de la cultura del Altiplano Central de habla náhuatl, existió en la zona de Mesoamérica desde el siglo XII hasta el siglo XVI. Estos pobladores se llamaban a sí mismos mēxicah.
El término azteca significa 'oriundo de Aztlán' y era el nombre que aparecía en los mitos del pueblo. El uso del término "azteca" para referirse a todos los pueblos relacionados con los mexicas
México es un país rico en cultura y tradiciones; uno de los principales aspectos que conforman su identidad como nación es la concepción que se tiene sobre la muerte y todas las tradiciones y creencias que giran en torno a ella.
La muerte es un símbolo emblemático que ha causado admiración, temor e incertidumbre al ser humano a través de la historia.
Por muchos años, en diversas culturas se han generado creencias en torno a la muerte que han logrado desarrollar toda una serie de ritos y tradiciones ya sea para venerarla, honrarla, espantarla e incluso para burlarse de ella.
La actual celebración del Día de los Muertos desciende del llamado Festival de Muertos, un ritual celebrado por los aztecas en los meses de julio y de agosto. Era la fiesta con que los mexicas celebraban el final de la cosecha de frijol, garbanzo, maíz y calabaza.
Estos alimentos consistían en parte de la ofrenda que se le entregaba a la diosa azteca Mictecacihuatl. La Diosa Mictecacihuatl es en la mitología azteca la reina de Chinahmictlan y, además, la guardiana del noveno nivel del infierno, al que los aztecas llamaron Mictlan.
El festival que se convirtió en el Día de Muertos se conmemoraba el noveno mes del calendario solar mexica, cerca del inicio de agosto, y se celebraba durante un mes completo. Las festividades eran presididas por la diosa Mictecacíhuatl, conocida como la "Dama de la Muerte" (actualmente relacionada con "la Catrina", personaje de José Guadalupe Posada) y esposa de Mictlantecuhtli, Señor de la tierra de los muertos.
En la época prehispánica era común la práctica de conservar los cráneos como trofeos y mostrarlos durante los rituales que simbolizaban la muerte y el renacimiento.
Los investigadores creen que la herencia del Festival de Muertos se mezcla con otra costumbre prehispánica: sepultar junto a los muertos objetos, comida y ofrendas. Esta costumbre nace de la creencia de que cuando mueren las personas viajan al reino de Mictlán y luego llegan a Tlalocan (el “cielo” de la cultura azteca). Por eso el muerto necesita para el viaje –por ejemplo- comida y agua o veladoras para iluminarse
Para los antiguos mesoamericanos, la muerte no tenía las connotaciones morales de la religión católica, en la que las ideas de infierno y paraíso sirven para castigar o premiar. Por el contrario, ellos creían que los rumbos destinados a las almas de los muertos estaban determinados por el tipo de muerte que habían tenido, y no por su comportamiento en la vida.
De esta forma de morir, las direcciones que podrían tomar los muertos son:
Cuatro caminos para llegar al lado de los dioses lugar del eterno descanso.
En esta ofrenda se tienen cuatro colores; azul, amarillo, negro y rojo cada uno de ellos apuntando a los cuatro puntos cardinales y cielo de los dioses
Al norte se encuentra la pirámide y el copal que simboliza el lugar del eterno descanso .el copal purifica el alma y simboliza la unión de los dioses con los humanos.
. Mictlantecuhtli gobernaba el norte, región tenebrosa y dominada por el frío El color negro representa el camino a seguir los que morían sin haber visto la luz. Lugar llamado el Mictlán, destinado a quienes morían de muerte natural. Este lugar era habitado por Mictlantecuhtli y Mictecacíhuatl, señor y señora de la muerte. Era un sitio muy oscuro, sin ventanas, del que ya no era posible salir.
El camino para llegar al Mictlán era muy tortuoso y difícil, pues para llegar a él las almas debían transitar por distintos lugares durante cuatro años. Luego de este tiempo, las almas llegaban al Chicunamictlán, lugar donde descansaban o desaparecían las almas de los muertos.
Por último, cabe destacar al dios del inframundo Mictlantecuhtli y su mujer Mictlancihuatl, eran representados como esqueletos vestidos de papel
Al sur en color azul se ubica el paraíso del sur del Sol, Tlatocan, pertenecía al benévolo Tlaloc representa el camino de las almas recorrían hacia El Tlalocan o paraíso de Tláloc, dios de la lluvia, por lo que sus dominios eran fértiles y había abundancia en todas las siembras. A este sitio se dirigían aquellos que morían en circunstancias relacionadas con el agua: los ahogados, los que morían por efecto de un rayo, los que morían por enfermedades como la gota o la hidropesía, así como también los niños sacrificados al dios. El Tlalocan era un lugar de reposo y de abundancia. Aunque los muertos en la cultura azteca generalmente se incineraban, los predestinados a Tláloc se enterraban, como las semillas, para germinar.
Al oriente el color rojo representa el camino a seguir de los que morían quemados o en la lucha con alguna fiera. El dios del fuego.
Probablemente fue el primer dios adorado en México. Era conocido bajo varios nombres como: Tata (nuestro padre), Huehueteotl (el mayor de los dioses) y Xiuhtecutli (el señor del año). Está representado con el color del fuego, la cara negra, tocado de plumas verdes y, a la espalda, una serpiente que representa la naturaleza serpenteante del fuego, con un solo diente en la boca. También llevaba un espejo de oro con el que mostraba su relación con el sol, del que emanaba todo calor.
Al oeste con el color amarillo se ubicaba el Omeyocan, paraíso del sol, presidido por Huitzilopochtli, el dios de la guerra. A este lugar llegaban sólo los muertos en combate, los cautivos que se sacrificaban y las mujeres que morían en el parto. Estas mujeres eran comparadas a los guerreros, ya que habían librado una gran batalla, la de parir, para que acompañaran al sol desde el cenit hasta su ocultamiento por el poniente. Su muerte provocaba tristeza y también alegría, ya que, gracias a su valentía, el sol las llevaba como compañeras. Dentro de la escala mesoamericana de valores, habitar el Omeyocan era un privilegio.
El Omeyocan era un lugar de gozo permanente, en el que se festejaba al sol y se le acompañaba con música, cantos y bailes. Los muertos que iban al Omeyocan, después de cuatro años, volvían al mundo, convertidos en aves de plumas multicolores y hermosas. Omacatl
Era el dios mejicano de la alegría y la diversión. El nombre significa Dos juncos. Era venerado especialmente por los que vivían bien, que solían ser ricos que celebraban espléndidas fiestas.
Morir en la guerra era considerada como la mejor de las muertes por los mexicas. Para ellos, a diferencia de otras culturas, dentro de la muerte había un sentimiento de esperanza, pues ella ofrecía la posibilidad de acompañar al sol en su diario nacimiento y trascender convertido en pájaro. El colibrí izquierdo”; “El alma del guerrero que viene del paraíso
En el centro de la ofrenda se encuentra en el punto medio el dios del cielo nocturno que muestra la perfección de pureza de cada alma y es el lugar del eterno descanso o el infierno.
Así mismo según los aztecas existían ocho obstáculos para lograr llegar al Mictlan
Los ocho obstáculos del mundo subterráneo. Para empezar, verás las aguas del ancho río Chicnahuapan. Tus perros te esperarán en la orilla. Ten cuidado y no confíes tu alma a un perro blanco o negro, porque los demás se negarían a ayudarte.
Coge un perro rojizo, símbolo de Xolotl, aférrate fuerte a su cola y él te ayudará a cruzar el río de los infiernos.
Del otro lado verás dos grandes montañas cuyas laderas se entrechocan de manera regular. Entrarás entonces en el tercer mundo infernal. Necesitarás de todo tu aliento para subir senderos escarpados y difíciles, que te conducirán a la cima.
Allí sopla el viento glacial del cuarto mundo, un viento cortante como una hoja de obsidiana. Si escapas de él, verás flotar las banderas del quinto infierno. Entonces las flechas del sexto dominio podrán atravesar tu cuerpo. Al llegar al séptimo, los jaguares comerán tu corazón; encuentra en ese momento la fuerza para franquear el desfiladero siniestro que conduce al octavo mundo y al borde del agotamiento te recibirán la noche y el reposo eterno, en Chicnahuatmictlan, el noveno y el último mundo infernal." Esto es lo que se le decía a un simple azteca, corriente, pero había muchos muertos privilegiados que no iban al Mictlan.